Un trazo de niebla inefable,
trasciende el espíritu de un vaso de vino.
Tras un ventanal asfixiado de ciudad,
las imágenes archivadas en pusilánime flash,
acompasan el caminar de rápida pulsión hacia el hogar de cielo rojizo.

Su portafolios marca el ritmo de los zapatos-guante fosilizados,
arrastrando el peso de empréstitos bancarios, transferencias de montos
superfluos, capitales evaporados del alma. 
Su retorno se cruza con la hora salvaje de la metropoli.
Cortinas que truenan al culminar la sonámbula jornada,
pañuelos que se cierran escondiendo la artesanía torpe
y patos malos marcando su horario de gárgolas noctámbulas. 

El brazo estirado en linea recta.
La máquina oruga se arrastra en el asfalto,
ahi donde mueren los rieles.
El funcionario público cruza invisible los muros.