La silueta de la vida,
Una vértebra carbonizada por el tiempo.
Calma andrajosa que clama por la existencia y el retorno a su cauce.
Porque la risa del mundo y el jolgorio de la ciudad
Me apresa en creciente apatía,
Cuando las arboledas en su umbría esencia
Son nada más que evocaciones que van diseccionando momentos,
en un ejercicio ampuloso y necesario
para no propiciar la caída
a la fosa del olvido.


La silueta misteriosa de los inmuebles que me rodean aquí,
En el momento que debo suspirar
Y encontrarme con la longevidad velada aun
Por el metal y el polvo del presente,
Van enterrando en la ciénaga
Lo que fue Avenida Pajaritos
Y su corredor de arbustos colosales
Configurando un arco majestuoso de resplandor esmeralda.


Porque el tiempo se encuentro lejos de mis manos,
Y lo que estaba destinado a ocurrir, ha ocurrido
y es real,
No es simple quimera de asfalto, ni retrato perpetuo.
Lo sé, porque el edificio en construcción se llevó consigo crepúsculos,
moléculas, tardes de domingo, delicias, periódicos, abrazos y el último rayo
de sol.


El hoy funesto, con sus atropellos, sus abusos y traiciones,
El presente al que hemos abordado,
se ha llevado a mis muertos
a los que venero como un niño agónico,
En un mismo lodazal, cautivo,
La misma vida se llevó consigo almas pretéritas.