Mami, esas darán sex, pero no consuelo.
No tienen tu cara, tu culo, tu pelo,
ni el olor de tu cuerpo,
que, tristemente, es lo primero que huelo.

Desde el primero vivo en desvelo.
Resistiendo las ganas de escribirte que te quiero.
Y no eres mi último amor, o tal vez sí, si mañana muero.
Recuérdalo, por si mañana…

Ya ni me entero de lo que pasa afuera.
Sueño que Catalina de Médici me envenena.
Desconfío de esa copa llena.
Puedes ser tú, o puede ser cualquiera.

Puedes ser tú, o puede ser cualquiera,
mi verdugo o el veneno de mi cena.
Mátame tú o me matará la pena.
En caso de que lo hagas, tira mi cuerpo al Sena.

O al Río Magdalena,
que tal vez a los peces les sirva de cena.
No pido más, mi merezco menor condena
que zapatos de cemento, por dañarte, nena.

Quema más la culpa que la candela.
Quema más la culpa que la candela.

Quema más la culpa que la candela.
Quema más la culpa que la candela.

Quema más la culpa que la candela,
y yo queriendo quemarme bajo tus caderas.
Quema más la culpa que la candela,
y yo queriendo quemarme bajo tus caderas.

Quema más la culpa que la candela,
y yo queriendo quemarme bajo tus caderas.
Quema más la culpa que la candela.
Lo que más quema de la culpa es no estar a tu vera.