Abrí paso al tiempo implacable,
dejando pasar umbrías amapolas.
El telar de las horas furtivas
renacen al fenecer en su motivo primigenio.
Todo circunda dormido en este laberinto en que danzamos. 

En un templo de mudo cristal,
ahi tal vez estás.
En el trinar de las luces.
O en la misma lágrima que mana despierta,
en esta suprema purificación de espejismos. 

La memoria tumefacta deshecha los fútiles fotogramas
que quedaron en el alba de la infancia.
En este minuto sólo puedo ver,
en la iris profunda,
el yacente recuerdo del postrero día. 

En cada primer sobresalto, en la conmoción mundanal,
en el ruido blanco de las exorbitantes angustias
que nos hieren la esencia
sin el mayor consentimiento,
se manifiesta la cruel certeza

que la era ha sido inexorable
con aquellos que nunca debieron perecer. 

Ahi vagaremos
en un rumbo cruento y sangrante,
con el peso de nuestras almas crispadas,
beodas de tanta verdad. 

A pesar de todo:
el delirio de la savia y la sal del desconsuelo
en el que estamos sumergidos ahora,
lo vivido y lo vívido respira en nosotros.
El bosque en su influjo perdido,
el río cauteloso,
el cráter torvo, el cosmos flagrante.

Ahí estás y eso eres.