Una tarde de domingo y canasta,
Barajando cartas vienen, cartas van,
Se suelta la lengua de la muchachada
Entre joker, cuinas, kaiser y demás.

Alguien se ha robado el pozo,
Así que toca esperar
Y, mientras ordena el juego,
Le comento a las demás
Que estoy haciendo canciones
De mujeres condenás
Para reunirlas todas en un disco, tralalá.

Fue entonces cuando una de las jugadoras,
Cuyo nombre no he podido recordar,
Empezó a contarnos la tremenda historia.
Eso sí que no lo he podido olvidar.

Es la historia de su abuela
Que muy chica y obligá
La casaron a la fuerza
Con un señor muy de edad.
El juego no se detiene,
Cartas vienen, cartas van,
Y aparecen los detalles
De este cuento, tralalá.

El asunto sucedió en el sur de Chile
En una casa con hambre y soledad.
Un señor negociaba con la familia:
Llevarse a la chiquita con delantal.

“Es tan joven, tan lozana;
Muchos hijos me dará
Y como está bien criada
En todo obedecerá”.
La niña se fue llorando
Sus catorce años de edad,
Vestida entera de blanco a la iglesia, tralalá. Pasaron inviernos, también primaveras,
Una vida sin amor ni libertad
Y nacieron hijas, hijos por montones.
El tiempo no se detiene, ya verán.

El marido ahora es anciano,
Lo ataca una enfermedad,
Casi no puede moverse
Y tampoco puede hablar.
La mujer, su cuidadora,
Que vela su malestar
Ha encontrado la manera de vengarse, tralalá.

Cada día cuando ella se despierta,
Saca al viejo al patio para respirar,
Lo coloca bajo un árbol y lo deja
Y en la noche tarde lo vuelve a buscar.

Lo que pase en esas horas
No le alcanza a preocupar,
Si es que tiene hambre o frío,
Si es que se puso a gritar.
Casi como José Arcadio
En Cien Años de Soledad,
Se marchita bajo un árbol
Del que no puede escapar.

Y sentencian en el pueblo:
“Condenada tu estarás,
No has cuidado a tu marido
En salud o enfermedad”.
Pero a ella qué le importa,
Su destino le da igual.
La venganza un plato frío
Que con gusto probará.

La he llamado La del patio
Pa’ poderla recordar,
Tralalá sobre la mesa,
Cartas vienen, carta van.