El Vendedor de Sueños

Érase una vez, en tierras de soñadores,
Un vendedor astuto de brillantes ilusionistas.
Con su carro extravagante, lleno de vanidad,
Prometía riquezas y fama, pura raridad.

Paraba en villas, montaba un espectáculo,
Convocaba a artistas para un festín sin oráculo.
Con promesas de gloria, de riqueza y éxito,
El pueblo encantado, pensando en un nuevo acceso.

Oh, los cuadernitos, llenos de promesas vanas,
Certificados brillosos, pero sin mañanas.
Medallas de plástico, diplomas de papel,
Todo se deshizo, como un frágil sombrero.

Los artistas soñaban con librerías llenas,
Ferias, fiestas, y estanterías ajenas.
Pero el panteón de la cultura, una mirage distante,
Reía de las ilusiones de cada aspirante.

Promesas maravillosas, quimeras de éxito,
¿Cuántos de nosotros hemos caído en este proceso?
Cursos y talleres, anuncios que brillan,
Todos vendiendo sueños, que poco a poco se pillan.

Vamos a reír de esta comedia, con ironía y placer,
Desconectar el carro de la ilusión, y realmente vivir.
El verdadero arte nace del corazón,
No necesita aplausos, ni falsa exaltación.