Se parece a la luna el planeta que habito,
como se parece a un corazón lo que aquí late cuando lo transito. Son más de cien quilates en cráteres de granito,
ahora que una guerra no te cierra el apetito, Madre Tierra,
nos caerá del cielo un meteorito,
y en la sierra, de algún animal será mi grito
cuando cierres la puerta del mundo y nos entierres bajo el hierro, o me abras el pecho con un fierro.
De mi carne no sabré evadirme ni olvidarme, como no sabré decirte si para irme ya es tarde. Cuando el bosque arde, escapan las aves
para bailar al humo desde un arquitrabe.
A veces pareciera que el reloj consuela:
en aquel tiempo iba silbando de casa a la escuela, y ahora sé por qué anidan y por quién vuelan
y cuando miran a quién esperan ver.
Podría ser que yo fuese huésped de cuerpos celestes, de hace ya algún tiempo, desde mi niñez,
vengo caminando este campo silvestre,
jugando esta partida de ajedrez
contra todos los reyes a la vez. Son jaques de reina y alfil, postal de finales de abril.
Yo tengo un avión y un amor de verdad
para cuando estoy muy cansado de andar.
No tengo razón, pero sí posverdad
y también una hermana que se llama libertad. Yo no tengo un barco, pero sé nadar.
Mejor que no lo tenga, podría encallar.
Pero sí tengo un faro que sabe de noche brillar y la mejor hermana que se llama Mar.
Estoy en calma, como bailando un vals sobre tu palma. Ya te han cerrado el bar y te has dejado dentro el alma, haciendo malabares en los arrabales
de rosa y clavel, de tinta y de papel.
Pero de ese disparate yo te hago paté,
tú baja a la calle y despreocúpate.
Elige bien una ventana, pero asómate,
y si no te gusta cámbiala, y si no, quédate.
No será por ti ni por mí que esto acabe,
yo no pongo un candado y me trago la llave, nomás estaba siguiendo el compás
del amor que me dan los demás.
Y si el tiempo desgasta lo que no termina, cuando sale a subasta una flor sin espinas por poco no me aplasta la vasta cortina que separa la cruz y la cara de tanta ruina.
Pero sé que te basta con este conjuro
para echar a volar o bailar sobre el muro.
Yo disparé una flecha que va hacia el futuro, a la cama deshecha por cada murmullo.
Y si me apuro, mi labor es desenterrar esfinges. Somos tan sui generis y tangibles...
Pero siempre agradecidos al origen,
porque un nieto no se elige, ya te dije:
Yo tengo un avión y un amor de verdad
para cuando estoy muy cansado de andar.
No tengo razón, pero sí posverdad
y también una hermana que se llama libertad. Yo no tengo un barco, pero sé nadar.
Mejor que no lo tenga, podría encallar.
Pero sí tengo un faro que sabe de noche brillar y la mejor hermana que se llama Mar.